Javier Cano
Javier Cano fue programador y grafista en la edad de oro del software español, participando en algunos de los mejores juegos de la época. Fue, además, junto a Emilio Martínez creador de Topo Soft para Erbe.
Javier, junto a Emilio Martínez, descubriría la informática gracias a una Casio FX-801P, el detonante que llevaría a los dos amigos y compañeros de trabajo a realizar un programa educativo: MapGame, juego para el que no encontrarían distribuidor y que, finalmente, ellos mismos autoproducirían y venderían en el rastro de Madrid. Allí contactaron con un representante de Erbe Software, y los dos programadores fueron contratados por la compañía.
Dentro de Erbe publicaron su MapGame y otras dos producciones más: Ramón Rodríguez y Las tres luces de Glaurung. Precisamente, este último juego, debería de haber sido el primero en publicarse bajo un nuevo sello que Erbe haría publico poco después: Topo Soft, para el cual Paco Pastor le ofrecería a él y a Emilio trabajar en la plantilla de Erbe en noviembre de 1985, haciendo juegos y ayudando a los freelance a desarrollar los suyos convirtiéndose en fundadores de Topo Soft.
Cuando la compañía gozaba de su mayor éxito, Javier Cano decide abandonar Topo Soft en el año 1989,acompañándole, poco después, Emilio Martínez y juntos crean una nueva desarrolladora que llamarían Animagic.
“Una vez que ya estaba organizado el nuevo Topo [a principios del 88] me llamaron desde las oficinas de ERBE para que acudiese a una reunión con la plana mayor. […] En la sala de reuniones estaban los tres socios […] y me sorprendió encontrar también allí a Gabriel Nieto, al que ya conocía de vista por ser director de la revista Micromanía. Tras la sorpresa del primer momento, pensé que quizá la reunión sería para hablar de fechas y diseñar las campañas publicitarias y notas de prensa promocionales para los primeros lanzamientos. Pero entonces, ¿qué hacían allí los otros socios capitalistas. El planteamiento que me expuso Pastor era muy simple. Según él, a los programadores y grafistas, al ser creativos, les costaba mucho ceñirse a un calendario, y ERBE necesitaba rentabilizar la inversión asegurando que los objetivos se cumplirían, por lo que pensaban que el director de Topo debía de ser, en palabras textuales, 'un hijo de puta' que mantuviese a raya al personal y controlase la productividad en cada proyecto. Mi relación con el resto del equipo, en muchos casos de amistad, no aseguraría que dichos objetivos se cumplieran, y por eso habían decidido que Gabriel Nieto sería a partir de entonces el nuevo director de Topo, mientras que yo me encargaría exclusivamente de llevar los proyectos externos”.